La resiliencia es la capacidad de recuperarse y continuar cuando las cosas no salen como se esperaba. Ya sea por un resultado de una planificación ineficiente o situaciones fuera de nuestro control, aprender a lidiar con situaciones difíciles y crecer a partir de una experiencia menos que positiva nos ayuda a alcanzar nuestras metas.
Uno de los primeros pasos para desarrollar la resiliencia es reconocer la situación y cómo te sientes al respecto. A partir de ahí, puedes desarrollar estrategias para ayudarte a lidiar con situaciones no planificadas cuando surjan nuevamente.
Darte cuenta de que las cosas no siempre salen según lo planeado le ayudará a replantear los pequeños contratiempos y errores. Aprender a afrontar lo inesperado y verlo como un lugar de aprendizaje y crecimiento. Si ocurre algo que olvidaste planear, ¡no lo olvidarás la próxima vez! ¡No todos somos buenos en todo! Reconocer tus fortalezas y logros y ver la adversidad como una forma de desarrollarse más. Esto te ayudará a generar positividad y optimismo.
Es importante no perder tiempo y energía culpando a otros por lo ocurrido. Concéntrate en lo que puedes controlar y se optimista sobre cómo seguir adelante.
Ver lo inesperado como un revés temporal, no como un estado permanente, te permitirá ser resistente. También es esencial ser apasionado y estar comprometido con tu objetivo final, ya que esto te ayudará a superar los contratiempos en el camino.
Es importante que los líderes de equipo desarrollen conciencia de pensamiento, pensamiento positivo y confianza en sí mismos en cada individuo. Anima al equipo a no personalizar los contratiempos y a no culpar. En cambio, dirije el enfoque hacia una solución y los aprendizajes.
Organizar oportunidades para que los integrantes del equipo desarrollen relaciones sólidas y fomenten la empatía entre ellos generará confianza y los alentará a trabajar juntos para superar los obstáculos.
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